Propuestas para mejorar la educación (5): la formación del profesorado
Si la mejor inversión que puede hacerse para mejorar el país es la educación, el capital donde más debemos focalizar la atención son los profesores: por muy buenas instalaciones que tengamos, por competentes y visionarios que sean los directores de las escuelas y aunque introduzcamos la última tecnología en las aulas, si los actores principales no estan a la altura, se nos hunde el proyecto.
Y lo mismo a la inversa. Un plan de estudios chapucero, unos medios precarios y un entorno primitivo pueden paliarse con unos profesores entusiastas, motivados y preparados. Y para ello hacen falta dos cosas: formación y comodidad.
De lo segundo hemos hablado otras veces: para contentar el profesor, debe estar bien pagado y debe tener suficiente tiempo para preparar las clases. Los dos factores, está comprobado, contribuyen a mejorar los resultados de los alumnos. En España, sin embargo, los profesores cada vez tendrán más horas lectivas y cobran bastante cuando empiezan pero a lo largo de la carrera se les sube poco el sueldo y es en base a antigüedad, no a sus méritos.
En cuanto a la formación, en el debe de los maestros españoles hay varios puntos:
- En las facultades se explican con profundidad los fundamentos de la pedagogía y se ensayan con detalle los contenidos de las asignaturas, pero no se enseña a comunicar. El profesor, tal vez más que ningún otro profesional, es un comunicador. Y los buenos comunicadores no pueden limitarse a transmitir información. Deben emocionar, estimular, provocar. El conocimiento y la práctica de esta competencia es imperativo en una realidad escolar como la que tenemos.
- El inglés. Hoy, muchas facultades permiten la graduación de futuros profesores que apenas podrían mantener una conversación en inglés. Nuestro nivel de inglés es el peor de Europa, y tampoco se ponen soluciones para corregirlo. Si todos lo conocieran cada asignatura podría darse en ese idioma cuando fuera necesario.
- La motivación. Las aulas desgastan. Los alumnos no siempre son agradecidos, los padres todavía menos y el apoyo de la dirección y los compañeros, que también tienen sus propios problemas, no siempre es el ideal. Facilitemos los espacios comunes para que los profesores compartan, proporcionémosles acompañamiento y coaching profesional, insistamos en la búsqueda permanente de su motivación, porque el educador sin vocación es más un lastre que un activo.