Propuestas para mejorar la educación (4): la educacion emocional
Hace 14 años, la UNESCO reunió a expertos en educación y pedagogía de todo el planeta para replantear los ejes de una nueva forma de enseñanza. De esa cumbre entre sabios surgió el Informe Delors, que proyectó una idea de educación como herramienta de cambio. Una de las claves que se nombró fue la educación emocional, considerada en aquel informe como una parte fundamental del desarrollo cognitivo y de la prevención de conflictos.
No se trata de corregir o reprimir, sino de descubrir. La educación emocional debe tener por objetivo la identificación de los sentimientos propios y ajenos. Entender lo que siente uno mismo y entender que los demás pueden tener sentimientos parecidos puede ayudarnos a vivir más sanamente. Y esa forma de vida debe estar entre las finalidades de la enseñanza. De hecho, la próxima revolución de las aulas, según advierten algunos pedagogos, está en la introducción de la emoción emocional en las escuelas.
El trabajo de las emociones en al aula nos servirá para integrar en el proceso educativo los sentimiento, como el duelo por la pérdida, la ira contra los demás o la frustración con uno mismo. Si sabemos que las emociones nos afectan un una proporción muy elevada a la hora de aprender y a la forma de relacionarnos con los demás, la educación emocional puede dar buenos resultados académicos y va a favorecer la convivencia en la clase y en el centro escolar. En este sentido, está comprobado que iniciativas como la introducción de la meditación o algunas técnicas de educación emocional han redundado en niveles más bajos de conflictividad entre estudiantes y absentismo.
Esto a corto plazo. Si miramos más allá estaremos educando ciudadanos con más autocontrol sobre las propias emociones, una mayor autoestima y tolerancia a la ira y a la frustración y una capacidad más grande de ponerse en la piel de los demás, factor clave para prevenir los conflictos.