Grandes inventos: la nevera
Uno de los inventos que más ha cambiado la vida de la humanidad es, con toda probabilidad, la nevera. gracias a ella podemos disponer de una gran variedad de alimentos en casa y guardarlos durante largas temporadas, como carnes, pescados, lácteos y vegetales.
Sin embargo, la nevera no ha existido siempre. Antes de que existiera el frigorífico como un aparato capaz de mantener los alimentos en condiciones, las soluciones pasaban por salarlos o ahumarlos. El pescado y la carne eran los alimentos que más fácilmente podían salarse o ahumarse, y de hecho todavía hoy comemos productos conservados con esta técnica, como la panceta, el bacalao, o el salmón ahumado.
Los alimentos suelen fermentarse como consecuencia de la acción de los bacterias. Por eso las frutas se oscurecen y se ablandan, la leche se agria y la carne huele mal. El calor es uno de los factores que más favorece este tipo de reacciones, por lo que el frío es el mejor de los antídotos contra la degradación de los alimentos.
La salazón, el ahumado y otras conservas, como la salmuera o el aceite, podían mantener algunos alimentos, pero alteraban el sabor y no servían para, por ejemplo, los vegetales, así que era necesario crear un aparato refrigerador. La solución fue muy primaria: almacenar los alimentos con hielo o nieve. El problema es que en los sitios donde más calor hacía y más necesario era el frío ¡no había hielo o nieve!
Gracias a los avances de la ciencia se inventó un sistema para enfriar aire consistente en la compresión de gases y empezaron a crearse aparatos que enfriaban. La tecnología, por cierto, sería más tarde usada en el aire acondicionado. Finalmente, en 1857, un inventor australiano llamado James Harrison fabricó el primer frigorífico para vender. Cuando se expandió la tecnología, las neveras llegaron a todos los hogares y fue posible, por ejemplo, guardar yogures, lechugas o melocotones durante días o mantener congelado el pescado y la carne en casa.